5 Años de Felicidad (y sobrevivencia)

Leí en esta nota de El Financiero que 75% de los emprendimientos en México no logra superar los primeros dos años de vida. Y de ese 25% que logró pasar "the terrible two", apenas 10% se consolida en el futuro.

Esto es, sólo 2.5 emprendimientos de cada 100 se convierten en empresas.

¿Por qué no lo logramos?

En lo personal, la cifra me hace total sentido: cada septiembre he pensado en cerrar la empresa. Cada septiembre de los últimos cinco años.
El verano es una temporada bajísima para muchos productores como nosotras, aguantar los meses de vacas flacas, es heróico, milagroso, y si logras vencer ese trimestre de terror parece que hubo intervención divina. Bien decía mi papá: es Angosto y Sientehambre.

El primer septiembre pensamos cerrar porque teníamos miedo.
Y porque no creíamos en el proyecto. Mi madre y yo estábamos llenas de dudas: ¿esto realmente va a ser un negocio? ¿pero cómo va a serlo? Mi madre es dentista, yo soy antopóloga quizá estamos apostando a perder... No teníamos referencias directas de emprendedores, nos sentíamos algo solas...
Pero no cerramos. Mantuvimos la empresa funcionando en la cocina de mi madre con nuestra produccioncita de apenas decenas de tarros "por pedido". Navidad fue una buena motivación: vendimos "mucho" a amigos, clientes pequeños y con el dinero nos capitalizamos para llegar a enero, febrero, marzo, pero de nuevo llegó septiembre.

El segundo septiembre pensamos cerrar porque no teníamos suficientes ventas.
Pero la realidad es que nuestro producto necesitaba prepararse más. Obtuvimos entonces los códigos de barras en GS1, fui a la Semana del Emprendedor y tomé todas las tarjetas de presentación posibles. Empecé a tomar los cursos de Aserca y ProMéxico, a ir a los mercaditos y a platicar con colegas. 
Pero el gran acompañamiento lo encontramos cuando nos certificamos "Women Owned": La organización que lo ofrece, WeConnect Inerntional, nos dio mucha luz en cuanto a nuestro proceso como empresarias novatas, y además nos acercó a un grupo de mujeres como nosotras, que nos hizo sentir menos solas en el camino :)

Una vez que nuestro producto estuvo "mejor preparado" (con página web, registros y certificaciones) los clientes empezaron a llegar, pero a cuenta gotas. 
Ese año además empezamos a explorar el mercado internacional, y aprendimos que había mucho interés, pero que los procesos internacionales son lentos, muy lentos... y otra vez llegó septiembre.

El tercer septiembre pensamos en cerrar porque no estábamos ganando dinero.
Tener ventas, no siginfica que estás ganando dinero. Y lo supimos cuando hicimos un centro de costos, serio y profesional, con el apoyo de nuestro querido coach Pecoraio. Nos dimos cuenta de que nuestro precio de mayoreo estaba mal calculado: prácticamente estábamos regalando el producto. Así que no fue una sorpresa comprender por qué teníamos "deuda" (pequeña, pero significativa: dos meses de renta, mi madre y yo sin cobrar salario, un recibo de luz pendiente...)
Lo que ganábamos no cubría ni siquiera los gastos operativos cuando las ventas bajaban, la empresa no estaba capitalizada, éramos un desastre potencial. 
En octubre nos llegó una orden de compra de un nuevo cliente, de esos clientes que pagan a 60 días. ¡Nos habíamos ganado la rifa del tigre, señores!

Busqué un socio que nos capitalizara, ni modo, le planteamos un esquema muy simple y solo para salir del paso, y dijo que sí. Pero mi energía estaba en el piso, "sentía que lo estaba haciendo mal" y además tenía mucha chamba: tenía que volver a ajustar precios con mis clientes, y sobre todo aprender a bajar costos (el envase es más barato por tarima, las tapas por caja, el azúcar por costal, el mango en verano, etcétera, etcétera, etcétera).
Esa Navidad, los pedidos para canastas y regalitos nos salvaron. Pero la lección fue muy dura. Quizá la más dura de todas. Happy Marmalades estuvo a punto de ser parte de las estadísticas del principio de este blog.

El cuarto septiembre pensé en cerrar porque estaba aburrida. 
Estaba cansada y harta, para ser precisa. ¿En qué momento vería claramente que estábamos ganando dinero?
Gracias a las ventas internacionales y a nuestros clientes locales, logramos cierta estabilidad financiera (después de trabajar semanas enteras en ese centro de costos), pero seguíamos saliendo "al día". Nuestra empresa pagaba salarios, renta, producción, pero no tenía utilidad real, todo se reinvertía de alguna manera en volver a comprar frascos, fruta, otra licuadora de acero inoxidable... 

Entendí que las empresas llegan a un tope: en nuestro esquema vendíamos lo suficiente para mantenernos a todos con salarios cada mes. Pero ese salario, apenas me alcanzaba para vivir, casi casi, "era una cuota básica de manutención", y lo mismo para nuestras empleadas ¿cómo ofrecerles crecimiento, como ofrecernos a nosotras mismas crecimiento? ¿Cómo motivarnos si no eran claras las posibilidades de ganar más?
Para ganar dinero de verdad teníamos que crecer. Este negocio es negocio en la venta por volúmen, y para vender mucho necesitábamos dos cosas: 1) crecer en capacidad de producción y 2) tener clientes más grandes. 
La lección estaba clara, "crecer o morir" (en este post, hablo de ese gran dilema de crecer).

Tuve que hablar con Dios. En una caminata rumbo a casa, estaba tan cansada, tan harta de salir "al día" que empecé a hablar con Dios. Y hablé muy seriamente con él. Le pedía luz para entender cómo crecería la empresa, luz para saber cómo conseguir el capital necesario para crecer, luz para saber cómo salir de las broncas de producción que teníamos. 
Y ese día, estoy segura, Dios me escuchó con atención. La fe es una chingonería.

Este quinto septiembre no pensamos en cerrar, este septiembre nos reinventamos.
Por fortuna las ventas nos han mantenido a flote, lo suficiente para dejame pensar en lo que sigue. Me he acercado a grandes mentes de empresarios, que me han dado claridad en el camino. Una asesoría que tuve con Eddie, por ejemplo, me dejó claro que mi trabajo como CEO es "pensar en Happy Marmalades" y esa gran lección me ha dejado un septiembre dedidado a la reflexión, a la estrategia y a mis vacaciones. 
Nuestra empresa ha consolidado dos contratos internacionales y como la capacidad de producción "está resuelta" ahora podemos enfocarnos en mejorar hacia adentro.
Las oportunidades de la vida están ahí si las sabemos ver y si estamos preparados para tomarlas. Este septiembre trabajamos en la reinvención: tenemos un nuevo plan con un nuevo socio y nuevos proyectos. Estamos creando una "subempresa" con mis valedores de la central de abastos, que nos permitirá tener la mejor fruta todo el año; estamos pensando en abrir una tienda física; en hacer nuevos empaques más amables con el medio ambiente. En fin, estamos pensando hacia adentro y estamos pensando en grande. 
Si logramos tener estos momentos para "pensar de fondo en nuestras empresas" las ideas llegan, las estrategias se crean y lo que sigue es disfrutar y consolidar con pasos firmes nuestros negocios, que a fin de cuentas, son los motores de este gran país.

Y por supuesto, celebramos este "primer" quinto aniversario con una gran fiesta en nuestro almacén. 
Porque si algo nos sale bien, es ser felices.

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