De los límites y la historia de la antropóloga que se convirtió en Karate Kid

Daniel San, Karate Kid 1984
Cuando empecé Happy Marmalades hace casi tres años, no tenía idea de cómo se llevaba una empresa. Había estado del lado de las ONG, trabajando como antropóloga en proyectos educativos y, por lo cansado y lo difícil del reto, muchas veces sentía que mi trabajo era similar a correr un maratón. Mi relación con los empresarios era lejana, teníamos a grandes empresas como donantes y recuerdo que cuando yo volteaba desde mi trinchera de ONG a verlos, me imaginaba que si yo estaba en un maratón, esos empresarios estaban en el Ironman. 

De pronto la vida me pone del otro lado: soy empresaria. 
Happy Marmalades empezó como una oportunidad para autoemplear a mi mamá que eventualmente me dejaría un dinerito a mí. Lo veía más como una alcancía que como una nueva profesión. Sin embargo, lo que ha sucedido ha sido muy diferente. Este tercer año he dedicado a la empresa casi 100% de mi tiempo y, sin yo preverlo, se ha convertido ya en mi proyecto de vida. Lo curioso es que ahora que dirijo mi propia empresa, entiendo que el Ironman lo estaba corriendo en esa ONG y esto es más bien una carrera de 5 kilómetros. 

Mi cambio de perspectiva sucedió el día que comprendí mis límites. Todo el mundo dice los "límites te los pones tú mismo", "no existe ningún límite más que los que tú te pongas", pues sí. Puede sonar a cliché, a libro de superación personal, pero la verdad es que los límites te los pones tú mismo. El punto es comprender cuáles son esos límites y cómo saber si te estás autoboicoteando. 

Cuando empecé la empresa me había puesto un límite sin yo saberlo: HM era una empresa para autoemplear a mi mamá que podría dejarme un dinerito extra. Hay un riesgo ligero, una línea delgada entre ponernos metas y ponernos límites. Esta meta que yo pensé que me había puesto, resultó limitante pues mientras mi mamá tuviera un salario y yo ese dinerito extra, la empresa funcionaba. 

Pero la vida no es lineal, ni funciona como la imaginamos. Así que un buen día empezamos a enfrentarnos con el mercado real y terminamos en la lona. Mientras le vendimos a nuestros amigos, a nuestra familia y a los amigos de nuestros amigos, HM se mantenía relativamente bien. Pero el mes siguiente esa gente ya no iba a comprar otra mermelada porque ya tenía una. Así que teníamos que buscar nuevos clientes. Y un mes después iba a suceder lo mismo, íbamos a necesitar otros clientes y así hasta el infinito. La rotación de nuestras mermeladas era de aproximadamente tres meses, pero había clientes que podían comprar una al año o simplemente eran consumidores ocasionales que compraban una vez y no volvíamos a saber de ellos. 
Era muy difícil mantener a la empresa con un ingreso fijo. 

En el segundo año, empezamos a hacer un experimento internacional, fuimos a una feria de alimentos en Miami y otras más en Europa que atendieron nuestros distribuidores en Alemania. Fueron grandes viajes, grandes oportunidades, pero no hubo clientes. Por si fuera poco, en ese año se cayeron también otros clientes que ya teníamos en México y Viena.

Entonces sucedió el efecto "Karate Kid", y pongo este ejemplo porque en ese momento me sentía así, como una principiante sin escuela; nos enfrentamos a la realidad de la competencia, y en esta realidad nos patearon en la espinilla una y otra y otra y otra vez hasta que nos dejaron en la lona.  Fue en ese momento cuando me di cuenta de que mis límites había estado en mi "meta inicial". No podía ni siquiera cumplirla y ya estaba cansada. 
Si nuestros proyectos no nos apasionan, no tendremos energía para lograrlos. Mucho menos tendremos energía para seguirlos cuando todo va mal.   
Había descubierto mi propia trampa. 
Mi límte estaba en no haber querido pensar en grande, porque en el fondo tenía miedo de no poder controlar el crecimiento de mi empresa. Era mucho más fácil y mucho más cómodo tener todo en la palma de mi mano que comprar dos caballos, una carreta y aprender a jinetear. 
Cuando no nos atrevemos a pensar en grande, me parece, sólo hay dos opciones: o nos faltan huevos o no queremos hacer realmente lo que nos estamos proponiendo. Cualquier proyecto, por pequeño que sea, debe cumplirse en su máximo potencial, si no, es una pérdida de tiempo. 

El fracaso de HM en su segundo año se volvió un reto personal, me pegaron en la espinilla y en el ego todas esas caídas. Si una buena lección me enseño mi abuela es esta: "si vas a hacer algo, hazlo bien". Y si esto no me está saliendo bien es porque no lo estoy haciendo correctamente, por lo tanto, no es permisible. Hacer las cosas a medias nos hace personas mediocres y yo no puedo permitirme, por mera dignidad, estar en el mundo y ser mediocre. Tenemos sólo una oportunidad para vivir, y esa oportunidad hay llevarla, de nuevo, a nuestro máximo potencial, si no, lo más digno sería morirnos en el intento. 

Decidí entonces llevar a HM a su máximo crecimiento. No sé cómo, soy antropóloga, pero lo estoy investigando. Ya veo el horizonte, ya veo dónde está esa gran montaña, todavía desdibujada, pero ya estoy caminando hacia ella. 
Tal vez estoy ganando por rounds esta pelea, pero al menos ya aprendí cuál es el camino y de algo habrá servido aprender todas estas lecciones. 
Quién sabe, también es posible que un día de estos gane por knock out. 



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