Happy Problems: Crecer o no crecer

Hace varios meses empezamos un proyecto nuevo con una gran empresa, grande en serio. 
Pruebas, reuniones, más pruebas, más reuniones. Todo iba avanzando lentamente hasta hace un par de semanas cuando tuvimos una reunión con el Director General y entonces todo se aceleró.
Ahora estamos listos para la aprobación "final" de los prototipos en un estudio con el consumidor en enero 2017.

En el largo proceso, debo decir, estuve muy emocionada. La posibilidad de trabajar con una empresa multinacional y obtener un contrato multianual, me daba multienergía para hacer las muestras infinitas que solicitaban.
Pero hoy ya no tengo energía. 

Si sumamos todos los cambios que vivimos en el último post, los pedidos de Navidad, esa producción de mango que salió mal y un largo etcétera de pequeños detalles; trasladarme desde San Miguel de Allende al DF, para una reunión de dos horas, me implicaba una energía monumental. Además los prototipos que solicitaban eran cada vez más sofisticados y el proceso empezó a estresarme. Era mucho tiempo "perdido" en temporada alta.

Por fortuna, aún con todos los imprevistos, siempre entregamos a tiempo y en cada reunión de presentación nos llevábamos las palmas, el producto era un éxito. Si la prueba con el consumidor nos favorece, nuestro contrato multianual será un hecho.
Y entonces creceremos.

Y el crecimiento será exponencial: crecerá nuestra planta, nuestro número de empleadas, nuestros proveedores, nuestro capital, nuestro patrimonio, pero también nuestros socios, nuestra deuda, nuestro estrés y nuestro cansancio. ¿Es este proyecto lo suficientemente emocionante para dar el gran paso? No lo sé. Por eso escribo, para ordenarme, para obligarme a pensar.

He tenido la suerte de contar en momentos clave con adultos sabios que me regalan conversaciones aleccionadoras, como Francisco de la Torre, expresidente de Pepsico. Trabajé con Francisco en un proyecto de tecnología educativa y, por azares de la vida soy ahora consultora externa de la Fundación de su esposa Sylvia, la Fundación John Langdon Down (pues sí, ¿qué creían, que solo hacíamos mermeladas? mi corazón sigue en los proyectos sociales).
Una mañana, en la cafetería de la Fundación (un edificio precioso, con un jardín enorme) me encontré a Francisco. Yo estaba, como cada jueves, programando la información que se publicaría sobre la Fundación y, con su café en mano, llegó a sentarse conmigo. 
- Mi Erika, qué gusto encontrarte, cómo has estado, cuéntame cómo vas con Happy Marmalades...
- Muy bien, Francisco, estamos explorando un proyecto de exportación a Rusia y Alemania, pero como bien sabes, las negociaciones internacionales se llevan su tiempo.
Me dijo que lo entendía bien y me contó varias anécdotas personales de las exportaciones que él hizo con Sabritas; situaciones más bien embarazosas que me dio gusto escuchar, porque significaba que me tenía confianza. -Ten mucho cuidado, mi Érika, las reglamentaciones internacionales son duras y al final implican mucho esfuerzo, mucho desgaste". Estaba particularmente platicador esa mañana, sin prisa, con Kazan (su labrador negro) echado en sus pies. 
Me hizo muchas preguntas, cuántos empleados teníamos ya, cuántos productos, cuánto tiempo me llevaba manejar la empresa, cuántos socios, etc. A Francisco le tocó conocer Happy Marmalades cuando inició, así que tenía toda la información para medir nuestra evolución. 
De pronto, como si reflexionara para sí mismo, empezó un monólogo que duró al menos quince minutos. Me dijo, a grandes rasgos, que la vida se llena de cosas sencillas: un buen café, un proyecto emocionante, buenas conversaciones, familia, amigos. -Dirigir una gran empresa es muy estresante -dijo, -los pequeños empresarios creen que al crecer sus empresas los problemas desaparecerán y es una gran mentira, todo se vuelve más grande. Piensa en el tipo de problemas que tienes hoy, no son problemas, todo es fácilmente resolvible, la fruta, las entregas, tus proveedores, manejas seis productos, no tienes socios, son cinco empleados, no tienes deuda. Tú ahora disfrutas tu empresa, nada te quita el sueño, en cuanto creces el sueño se va. Y todo es exactamente igual que ahora, simplemente es más grande. ¿Para qué? para ganar más dinero, es mentira, también los gastos crecen, la administración, los impuestos... ¿Realmente vale la pena crecer? No lo creo. El tiempo que debes dedicar es mucho más y los problemas sí te quitan el sueño. ¿Para qué? No vale la pena. El día que en tu empresa tengas un problema que no te deje dormir, analiza bien lo que haces, porque no vale la pena.

Me quedé mirándolo con los ojos de plato: el expresidente de Pepsico, una de las empresas más grandes del mundo, me estaba dando lo que parecía más bien un "anticonsejo".

Un bonito anticonsejo.
Me sentí muy honrada de conocer su reflexión.

Y bien, en este momento esas palabras de Francisco que me dijo hace casi cinco meses, están teniendo un fuerte eco en mi cabeza. ¿Realmente vale la pena crecer?

Me estoy yendo con pies de plomo en este nuevo proyecto. Crecer implica favorecer muchas cosas con las que no estoy de acuerdo: la industrialización, el consumismo, la basura del mundo, la centralización de las materias primas, el imperialismo comercial... En fin. Pero creceremos, es un hecho. El punto crítico es "cómo creceremos".

Alguna vez otro adulto sabio me dijo que lo importante es encontrar el equilibrio en todo lo que hacemos. Y el equilibrio no es lo mismo que el punto medio. Así que mi tarea ahora es pensar, negociar, exigir, ceder y al final encontrar ese equilibrio.
Mucho trabajo.
Sólo de pensarlo ya estoy agotada.
Adiós.


Comentarios

  1. Decisión difícil, preguntas al parecer sin una respuesta concreta, pero también hay que tomar en cuenta que es lo que te llevo a intentar crecer y si fue el mismo producto o la misma empresa la que con su éxito te está llevando, tenemos ideas, al igual que principios pero, creo que crees en tu pruducto y al igual que para iniciar nos da mucho temor, creo que para crecer también lo habrá.
    Somos muy severos al juzgar nos y muchas veces inconscientemente nos saboteamos con otras ideas que parecieran lógicas.
    Creo que sí llegaste hasta este punto, tienes la inteligencia para crecer sin perder del todo el objetivo de la empresa y de tus ideas.
    Recuerda que también puedes poner tus condiciones, pues tú producto es tan bueno que provoca el interés de más personas.
    Crecer no es malo.

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