Y entonces llega el día en el que recibes esa llamada en la que te piden cotizar "un contenedor de mermeladas"
Parece una broma entre los pequeños productores hablar de "producir un contenedor" para un cliente internacional.
Pero sucede.
Me marcaron hoy a las 8:50am, cuando estaba a punto de entrar al salón D 257 de la Ibero y me dijeron las palabras que todos queremos pero tememos escuchar:
"Tenemos un cliente que quiere comprar un contenedor"
Sí parece una broma. Mi cliente en el teléfono se reía y yo también.
Caben alrededor de 45mil mermeladas en un contenedor, pero cuando empezamos a fragmentar el universo (20 pallets, 96 cajas por pallet, 2800 piezas de cada sabor...) todo se volvió medible y hasta pareció posible.
Le mandé un whatsapp a mi mamá:
Dejé a mi pobre madre en shock. Di la clase que tenía que dar en ese salón y al salir hablamos mucho el cliente y yo, negociamos, pensamos en el peor escenario, en el mejor escenario. Al final solo había una pregunta: ¿nos aventamos y lo hacemos, o no?
Crecer tiene sus riesgos, grandes riesgos, pero todos son de dinero, de tiempo y de matemáticas, así que la respuesta que tengo que dar mañana es un sí.
Tiemblo.
Tenemos que invertir en crecer el taller; negociar con mis proveedores, conseguir el dinero para producción, calcular milimétricamente todo el proceso. Pensar en los detalles.
Me emociona el proyecto. Me emociona mucho. Pero también me deja temblando.
Mañana terminaré de negociar los detalles del proceso con el cliente, las garantías, y luego con mi equipo la lista de compras, los retrasos, los errores y todas las estupideces que seguramente cometeremos.
Haz bien los números, dice JJ.
Yo inhalo y exhalo.
Las mermeladas son para Rusia.
Nuestro primer Sputnik se va al espacio.
La clase en la Ibero, por cierto, fue de Psicología, un paro para nuestra querida Dra. Tessy. Casual. Con recompensa de desayuno universitario de panini de tres quesos y un buen Capeltic.
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